Y sentirme
de pronto nada
como si todo
hubiera perdido
su sentido
y ni siquiera
estas palabras
llegaran a ser
pensadas
escritas
gastadas.
Un día festivo
en otoño
en esta isla
es pasar el tiempo
en un parque sin sombra
sembrado de cemento.
Y no,
no llueve.
Es un otoño nublado
y el calor de la isla
hace su agosto tardío.
La hierba crece
junto a un árbol, seco,
y crece sin hacerle caso
a los festivos
a los lectivos
a las oficinas
y sus habitantes.
Y ahora
que el tiempo es un tesoro
y yo lo he encontrado
camino sin retorno
de banco a banco
a fondo de inversiones
a caja de ahorro
con comisiones por todo
pero todo
está
cerrado.
La bolsa de esta moneda
pesa más
que la vida misma.
Y en medio de esta autocomplacencia
y victimismo militante
y nostalgia forzada
y tristeza sin razón:
la pobreza
de empeñarse
en sentir algo.
Y nada.
De pronto nada
como si todo
hubiera perdido
su sentido.
Como si alguna vez
en algún lugar
lo hubiera habido.
.
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