Ilustración: Irene León
El público
encantado
rompió a llorar
con sus aplausos.
Yo me quedé
escuchando mis pisadas
el eco
retumbar
por el teatro
Recorrí las butacas
tapizado rojo
viejo
ahora ya en silencio
los asientos
todavía calientes
en los que el respetable
había sido exhorcizado.
Al final
siempre
se llevan algo nuevo.
Pero no prestarán atención
a sus ganancias
y dirán del actor
simplemente
que ha hecho su trabajo.
La próxima vez
pediré
al tumulto
que se disuelva
y que no traiga
su dolor
hasta mi casa.
O al menos
por consideración
que se lo lleven de vuelta
que no lo olviden
como quisieran
olvidarlo.
Que no dejen
a mi alcance
su dolor.
Que no lo dejen a mi alcance.
.
.