Puede que no sea justo pedir
que nos devuelvan lo que nos quitaron.
Puede que desde aquél momento
por no gritar
dejara de ser nuestro.
Así de simple.
Habrá que pedirle al tiempo que se detenga
al menos un segundo, a escuchar:
nuestro es el ruido de cristales
rotos
contra el suelo.
Son nuestros esfuerzos
se estrellan contra la nada.
Habrá que pedirle al futuro al futuro
que cuando vuelva
al menos
lo haga estando nosotros despiertos.
Que no aproveche la noche
el silencio
nuestra ignorancia
para enviar contra nosotros
a todos esos cerdos.
.
.